- La eliminación de manchas de la superficie debido a salpicaduras,
colas, barnices, etc;
- Eliminación de la suciedad depositada y parcialmente englobada a lo
largo del tiempo en la superficie de la obra;
- La eliminación de los repintes que sobresalen, no naturales, que
desfiguran o alteran la obra simplemente;
- La eliminación, o más bien el adelgazamiento de las capas de protección
(pinturas o barnices sobrepuestos o alterados e incluso derivados del barniz original)
que impiden o limitan gravemente la correcta lectura de la obra.
Es fácil entender cómo la limpieza es una de las etapas más delicadas y
arriesgadas a la que una obra de arte es expuesta, sobretodo, dado su carácter
totalmente irreversible. No es casualidad que en relación con esta intervención
en particular se presenta a menudo una amarga controversia que, además de
arrojar luz sobre los posibles daños y perjuicios derivados de la operación
misma, también han dejado claro que no existen y es poco probable que lleguen a
existir normas específicas a seguir, y que se tenga que confiar – caso por caso - en la habilidad y sensibilidad de aquellos
que tienen que limpiar y, aunque alentados y respaldados por toda la ayuda
posible ofrecida por la ciencia, serán siempre los responsables a final de
cuentas.
Los problemas no son sólo una limpieza a fondo o una que respete la
pátina - tema central de la controversia limpieza – son los problemas que
afectan a la composición y estructura de la obra misma.
La pintura, como hemos visto, no siempre se compone de una capa de
pintura cubierta por una mano de barniz aplicado después como una capa
protectora. Si es así fuera, el problema sería, si no resuelto, ciertamente
simplificado. De hecho, no sólo la pintura puede ser aplicada por el propio
pintor, ya que puede haber sido su intención la de lograr este efecto bien
definido, incluso con el tiempo. Además, el artista pudo haber aplicado el
barniz en la obra antes de haberla terminada: la capa facilita, de hecho, la
sobre posición de las veladuras, y sabemos de pintores que tenían la costumbre
de retocar sus obras terminadas. Cuando después se utilizaron los barnices
pigmentados con el objetivo de infundir una tonalidad general y armonizar la obra o parte de ella, ni siquiera es
posible distinguirlos de la pintura, y en esto la ciencia está trabajando.
Teniendo presente todos estos problemas, podemos, de todas formas,
generalizar afirmando que la operación de limpieza se efectúa teniendo como
punto de referencia la diferencia de solubilidad entre la pintura original y
aquello que debe de ser removido, en cuanto la intervención es esencialmente
conducida a través de la disolución de las sustancias que se van a retirar, que
debe proseguir con la eliminación mecánica de los geles que se forman.
Una diferencia de solubilidad se puede tener cuando existen diferentes
materiales o también un diferente grado de envejecimiento entre materiales de
la misma naturaleza. Comúnmente se distingue entre solventes débiles y fuertes ,
pero esto puede tener sentido solo en referencia a una sustancia en particular.
Por ejemplo pensemos en el agua que no tiene poder para disolver la pintura al
óleo pero que sin embargo disuelve con facilidad un guazzo o una acuarela o una
tempera.
La composición de los barnices es, por una parte, extraordinariamente
variada: en los antiguos tratados se habla de barnices de clara de huevo,
ceras, aceites, gomas, resinas disueltas en esencia de petróleo. Es necesario
entonces proceder siempre con test preliminares que garanticen la inocuidad de
la operación. Se excluyen aquellos solventes que pudieran presentar daños
inmediatos o a lo largo del tiempo; por esto se renuncia al uso de solventes de
fuerte y larga retención como butilamina, tetraclorometano, etc. El empleo de
solventes tendrá que tener en cuenta el grado de toxicidad para el restaurador
(M.A.C.), el cual tendrá que tomar determinadas precauciones.
Desde el punto de vista metodológico no puede que aconsejarse una acción
gradual (eventualemente junto con una atenta observación al microscopio) y una
eliminación diferenciada de aquello que debe de ser removido, también utilizando
medios que mantengan en suspensión los solventes, así como hacer uso de la
limpieza mecánica.
Dados los riesgos a los cuales el restaurador está expuesto con el uso
de solventes (todos los solventes orgánicos deberían de ser considerados
tóxicos) y viendo la escasa selección en comparación a los materiales, se
emprendieron investigaciones, desde hace como 20 años, sobre el uso en la
limpieza de sustancias y métodos alternativos como las encimas, tensioactivos,
el láser, etc.
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